Es común que la mercadotecnia nos muestre un rostro cautivador en todo lo que nos ofrece y está bien, si la publicidad es sincera, sin embargo, sabemos que en la mayoría de los casos no lo es.
En nuestras redes sociales nos encargamos de tomar las fotografías, redactar descripciones y hacer que estas luzcan atractivas para nuestros seguidores. Antes de publicarlas le damos una última vista, ya sea video, enlace o imagen que elijamos para compartir a nuestros comensales. Personalmente los que me conocen saben que cuando me refiero a mi negocio no le llamo “restaurante” sino “comedor” esto porque realmente mi local es sencillo y cumple con las necesidades básicas para hacer pasar una estancia cómoda pero no lujosa a nuestros visitantes, obviamente cuidando nuestros estándares de calidad, que no forzosamente están ligados a nuestro nivel socioeconómico, además que Shokudo literalmente se interpreta como “comedor”. Otro punto que siempre enfatizó cuando se da la situación con amigos o clientes es aclarar mi estilo de cocina “Japoteca” (Japón & Yucatán) y que en mi carta nos esforzamos por EVOCAR la cocina de hogar en Japón con ingredientes de los mercados locales y productos de exportación, consiguiendo con esto una experiencia cercana con todas las herramientas que tenemos al alcance. Ocasionalmente me preguntan si es autentica comida japonesa, y de la mano del tacto y transparencia les explicó con franqueza lo anterior.
Pocas veces pierdo la calma, pero una vez sin violentar y gritar, tengo que dejar bien en claro eso, cometí el error de ponerme al tú por tú con un cliente. Les platico la anécdota.
Uno de los muchos días de trabajo por ahí del 2016 una persona se quejó de todo en el local, desde el servicio de la mesera hasta de la salsa de soya en su mesa, uno como cocinero tiende a tener a este tipo de comensales, pero, este individuo era aún más insoportable, obviamente salí para disculparme por su mala experiencia con nosotros y a pesar de eso no paraba de decir que la comida que servimos no fue de su nivel, le explicaba las limitantes que normalmente tenemos en el desarrollo de los platos principalmente de las materias primas o ingredientes que harían incosteable (en esas fechas aún más) la introducción de los platos en la zona donde nos encontramos; eso no sirvió de nada y él quería “sal de Hiroshima” fue entonces cuando no aguante más y lancé la pregunta al aire ¿Usted qué platos japoneses cocina? le dije, ya que decía ser cocinero de algún lugar de renombre de comida japonesa, se callo y pensó por casi un minuto y me dijo cosas sin sentido queriendo intimidarme, yo solo noté sus puntos débiles en cada plato con el que me quería “apantallar” y después que se calló fue mi turno para evidenciar lo mal que estaba, por lo que se puso nervioso y no dijo más, de nuevo le pedí disculpas y me retiré, se que hice mal pero no aguanté, al final calificó en nuestro facebook con una pésima reseña y no regresó nunca más.
No quiero ser tajante en que los platos japoneses no pueden desarrollarse en nuestro país, conozco excelentes lugares donde se puede disfrutar de una experiencia semejante al país del sol naciente y de cocineros que, como nosotros, diariamente luchan por romper esa barrera que pareciera inalcanzable; lo que no me gusta son los lugares que se aprovechan de la ignorancia de la gente para venderles una experiencia errónea y lejana de lo que buscan. Durante más de ocho años he tenido comensales nipones que me aconsejan cómo mejorar mi sazón, amigos japoneses que constantemente nos corrigen y colaboran en nuestra educación como cocineros y por supuesto, nosotros que estamos comprometidos en dar lo mejor en cada servicio.
Mi forma de cocinar es modesta como mi comedor, estoy seguro que cualquiera puede hacer lo que hago, eso si, con paciencia, constancia y humildad de aceptar que uno nunca deja de aprender (sobretodo de nuestros errores) y que en definitiva no puedes tener a todo el mundo satisfecho.